Kinga Szpuler
o tłumaczeniach Ireny Kuran-Boguckiej
3.1.4. Romance sonámbulo, del poemario Romancero gitano (1923-1927)
Romance sonámbulo
A Gloria Giner Compadre, quiero cambiar Ya suben los dos compadres Verde que te quiero verde, Sobre el rostro del aljibe, Verde que te quiero verde. (Lorca 1977: 400) |
Romanca lunatyczna
Dla Glorii Giner – Krewniaku, zróbmy zamianę: Już wspinają się Cyganie Zielonej pragnę zieleni. Na ciemnym stawie Cyganka Zielonej pragnę zieleni. (Lorca 1982: 179) |
El famoso poema de Federico García Lorca Romance sonámbulo es una obra muy ambigua, llena de símbolos e indirectas. Consta de siete estrofas, aunque no de la misma longitud, y en suma de 86 versos, que en la mayoría son los octosílabos. La forma del poema es el romance ibérico, tan presente en la literatura española desde el siglo XV. Muy típicas son también las rimas asonantes repitiéndose en los versos pares a lo largo del texto.
El título de la obra, Romance sonámbulo, indica la temática con la que nos vamos a encontrar en el texto: el adjetivo “sonámbulo” se refiere al mundo de los sueños. La confirmación de nuestras suposiciones la encontramos ya en los dos primeros versos del poema “Verde que te quiero verde./ Verde viento. Verdes ramas.” El color verde tiene en el arte una simbología muy extensa. Desde luego, está vinculado con la naturaleza, pero también significa lo onírico e irreal, incluso la descomposición, la muerte y el mundo más allá. En el poema todos los significados se presentan mezclados creando un mundo misterioso y nostálgico.
El argumento del poema transcurre en los últimos momentos de la noche, en el “camino del alba”, lo que es un elemento adicional que podríamos asociar con el color verde. Escuchamos las voces de tres personajes: la del narrador y las de los dos hombres: el mocito y su compadre. Los primeros cuatro versos abren el poema y están repetidos a su final, es decir, crean una epanadiplosis[1]. Asimismo, las palabras “Verde que te quiero verde” las encontramos varias veces en el texto.
En la primera estrofa vemos a la figura de una chica probablemente muerta. Lo suponemos de su descripción: “Con la sombra en la cintura/ ella sueña en su baranda/ verde carne, pelo verde,/ con ojos de fría plata.” Además se encuentra bajo la “luna gitana” y no puede ver nada, sus ojos ya están muertos.
En la segunda estrofa el autor nos presenta un paisaje excepcional de madrugada. Es un poco espantoso porque las cosas parecen ser otras que en la realidad, el claroscuro deforma los árboles, las montañas y el cielo. Lorca usa las metáforas infrecuentes para describirlo: “La higuera frota su viento/ con la lija de sus ramas,/ y el monte, gato garduño,/ eriza sus pitas agrias.” Se acercan dos personas, pero la chica, aunque “sigue en su baranda”, no reacciona.
En la tercera parte somos testigos del diálogo entre dos hombres que están huyendo; el mocito está malherido y sabe que dentro de poco tiempo morirá. Vale la pena citar la metáfora magnífica que describe su herida: “Trescientas rosas morenas/ lleva tu pechera blanca.” Él pide a su compadre, probablemente el padre de la chica, que le ayude a pasar los últimos momentos de su vida en condiciones dignas: “Compadre, quiero morir/ decentemente en mi cama.” Desgraciadamente, en las circunstancias, el compadre no puede ayudarle: “Pero yo ya no soy yo./ Ni mi casa es ya mi casa.” En la cuarta estrofa los hombres siguen acercándose a la morada.
En la quinta estrofa los hombres llegan a la puerta y escuchamos otra parte de su diálogo. El chico pregunta por la hija del compadre, la está buscando. El padre parece darse cuenta de la verdad, o sea, la chica se mató por el amor desgraciado.
En la penúltima parte encontramos la confirmación de nuestras conjeturas anteriores. La chica se suicidó, la vemos muerta en el agua: “Sobre el rostro del aljibe,/ se mecía la gitana./ Verde carne, pelo verde,/ con ojos de fría plata./ Un carámbano de luna/ la sostiene sobre el agua.” Sobre todo, la última metáfora estimula mucho la imaginación del lector. A la casa llegan también los guardias que buscan a los hombres, aunque no sabemos si los han capturado.
La obra termina con la repetición de los primeros cuatro versos. Después de la lectura del poema, las palabras parecen aún más trascendentes. Está seguro, que el color verde significa la muerte. Igualmente, prestamos más atención al doble significado del verbo “querer”. El sujeto lírico no sólo desea morir, sino quiere la muerte; solo de esta manera puede unirse con su gitanilla amada.
La traducción del poema es bastante coherente con el texto original. Como siempre, la traductora presenta una gran habilidad para formar los versos octosílabos y las rimas asonantes. Asimismo, el ritmo y la melodía del poema están intactos. De hecho, al leerlo en voz alta sentimos la misma emoción e inquietud, se nos presentan los mismos paisajes y escenas. La traductora logra muy bien imitar la dinámica de los acontecimientos, los diálogos entre los hombres son convincentes. Por su educación artística Irena Kuran-Bogucka conocía muy bien la simbología de los colores y signos, entonces, podemos suponer que era capaz de visualizarse mejor el contenido de las palabras. En la traducción consigue muy bien verter al polaco las metáforas más abstractas: “ona, przepasana cieniem; w oczach srebro lodowate; Trzysta ciemnych róż splamiło/ biel twej bluzy poszarpanej; Świt tysiącem kryształowych/ tamburynów zorzę ranił; Lodowy sopel księżyca/ trzymał ją na tafli wodnej.” El fragmento más representativo de su talento lo encontramos en la descripción pintoresca de la mardugada: “Figowiec o wicher czochra/ gęstwę gałęzi chropawych,/ a góra, drapieżny kot,/ jeży swe cierpkie agawy.”
En cuanto al verbo “querer”, muy afortunado suena el verbo polaco “pragnąć” que abarca el mayor campo semántico que otras posibles traducciones: “kochać” o “chcieć”. La traductora expresó con mucho ingenio el doble sentido de la palabra española.
Todos los elementos mencionados del taller literario y artístico de Irena Kuran-Bogucka muestran su experiencia y talento como traductora. Sin la menor duda podemos reconocer que su versión de la obra tiene gran calidad. Las palabras parecen sencillas, no obstante, tienen mucha gracia, tal y como suena la poesía de Federico García Lorca.
[1] Figura estilística que consiste en una repetición, al principio y al final del texto.
Xilografía del ciclo “Romancero cygańskie”, 1961